VIVIENDA REDEFINE CIUDADES

La vivienda ha sido la oportunidad para definir el futuro, el inicio lo proponen estas estrategias emergentes.

Esto implica que el impacto del diseño vaya más allá de las estructuras físicas dado que es un catalizador para comunidades vibrantes y vecindarios cohesionados.
Una vez más, como en distintas áreas de la actividad inmobiliaria, los criterios ESG (Environmental, Social and Governance) se hace presente.
Bajo la perspectiva de un estudio generado por Gensler, es justo en la S del valor el impacto social da a través de la vivienda al crear espacios que no solo brinden un techo a las personas, sino que también fomenten un sentido de pertenencia y bienestar dentro del vecindario.

“Se trata de fomentar entornos que reduzcan naturalmente las vacantes, fomenten la retención de residentes y formen orgánicamente comunidades cohesionadas. Al priorizar estos principios, no solo enriquecemos las vidas de los residentes, sino que también sentamos las bases para desarrollos sostenibles y prósperos”, asegura John Badman, residential leader en la región Europa.

Parte de su visión se basa en el valor social en las áreas residenciales que se obtiene al considerar una filosofía de “cultura primero”.
Así, para que cualquier iniciativa tenga éxito, debe estar impulsada por la cultura adoptada y promulgada por los residentes.

La lógica es que al integrar de manera proactiva los valores sociales y ambientales en el tejido de la vivienda, se atrae personas con ideas afines que contribuyen naturalmente a una comunidad vibrante.
Es una “conciencia ética” no impuesta, sino cultiva a través de una cultura de compromiso e implicación, facilitada  por los operadores y el diseño del edificio.

Si bien suena conceptual, el objetivo no es educar, sino empoderar, mediante el diseño arquitectónico de edificios residenciales que sean física y operativamente propicios para comportamientos sociales y ambientales positivos.

A su vez, el concepto de “colisión” crear espacios dentro de los edificios que promuevan la interacción y la conexión entre los residentes.

Lo anterior parte de un diseño estratégico que crea oportunidades para reuniones e interacciones incidentales con entornos en los que las personas se reúnen de forma natural en torno a servicios y eventos compartidos.
Lo anterior se extiende más allá del diseño físico para abarcar el flujo de movimiento dentro y alrededor del edificio, lo que garantiza que incluso las pequeñas actividades cotidianas, como recoger el correo o esperar las entregas, se conviertan en oportunidades de conexión social.

Bajo este enfoque, la casa se convierte no solo en un espacio habitable, sino en una parte integral de un ecosistema de estilo de vida más amplio.

Es una tendencia adoptada por el crecimiento en la adopción de la cultura del trabajo desde casa (home office), por ende es relevante crear potencial para fomentar las conexiones y la colaboración, tal y como se hace con el concepto de dispensador de agua en los entornos de oficina tradicionales.

“Un diseño bien pensado puede transformar las tareas mundanas en oportunidades para la participación comunitaria”, asegura.
Este razonamiento implica que una buena comunidad puede ser también un buen negocio.
La base es que la participación de la comunidad se extiende más allá de las paredes del edificio y llega a la planeación del mismo, tema que ya era parte de la constitución de proyectos a través de la consulta.

“La participación de la comunidad durante el proceso de planificación a menudo conduce a una integración reflexiva de los espacios y servicios compartidos que benefician tanto a los residentes como al vecindario circundante. Es que los proyectos se conviertan no sólo en edificios, sino en centros comunitarios integrales”, concluye.