RETROFIT

A tres años del sismo del 19 de septiembre de 2017 (19S), el país continúa en evolución. A la necesidad de un modelo urbano distinto y ciudades sustentables, accesibles e inclusivas, ahora se integraron los nuevos requerimientos que el COVID-19 aceleró.

Desafortunadamente, en el ámbito del efecto posterior al sismo la lección aprendida, ha permanecido apenas en lo alcanzado en materia de nueva regulación constructiva y algunos compromisos de autoridades, desarrolladores y sociedad.

Avanzar en una verdadera evolución de las ciudades de México no es fácil. El shutdown impuesto por el distanciamiento social, ya tenía un antecedente que afectó el desarrollo de nuevos proyectos en la Ciudad de México (CDMX).

El efecto de política restrictiva para nuevas edificaciones ha sido determinante en segmentos como la vivienda, que si bien en algunas zonas tiene una dinámica atípica de movimientos de compra-venta, ha visto profundizar el déficit histórico.

Pero lo que hace distinto y disruptivo el momento actual en el negocio inmobiliario, es la integración de nuevos parámetros que llevan a modelos como el que evalúan ciudades como París, que trabaja en su modelo 15-minute makeover.

Igual trajo a la mesa en la CDMX la necesidad de una rehabilitación más allá de las zonas afectadas o deterioradas. Incluso en el mundo se discute actualmente cómo afectará la nueva realidad en la demanda de espacios de oficinas, el trabajo remoto y un tercer espacio que complemente ambos sitios para el desempeño laboral.

Algunos despachos globales de arquitectura analizan la creación de los nuevos espacios de trabajo, pero en esa fórmula no se vislumbra una mayor demanda de proyectos, tal y como ha sucedido en los últimos años en el mercado de la Ciudad de México.

Este contexto pudiera cambiar, en función de la profundidad del distanciamiento y el efecto de un prolongado aletargamiento de la actividad económica. Se trata de una evolución que no necesariamente beneficia el modelo de desarrollo inmobiliario tal cual hoy lo conocemos, dado que la demanda de espacios podría absorberse sin la necesidad de edificar nuevos proyectos.

Por tanto, la situación haría inminente un retrofit, como el que ha permitido a ciudades como San Francisco en Estados Unidos, vivir un proceso de más de una década ir restableciendo la estructura de múltiples edificios dado que se trata de una zona sísmica.

Barcelona misma atraviesa por un proceso de transformación, afectado por la integración de numerosas propiedades a espacios en renta vía plataformas como Airbnb, pero también por un modelo que busca privilegiar la vida a pie y con trayectos denominados walking distance.

Nada alejado de lo que trabajan otras metrópolis de cara a los retos que ha impuesto el COVID-19. Incluso a partir de lo inmediato, hay cambios.

Como ha propuesto Bioconstrucción y Energía Alternativa (BEA) con base en los parámetros que analiza el Well Institute, antes de los cambios profundos la industria las empresas tendrán que lidiar con una reapertura que genere confianza a través de estrategias flexibles, escalables, creíbles y accesibles.

Por lo anterior, en el centro de los planteamientos están aspectos relacionados con cómo reciclar el modelo urbano expansivo, rescatar las comunidades y permitir que los ciudadanos transiten en espacios seguros adecuados a la nueva era.

Artículo publicado en El Financiero|Bloomberg