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El trabajo remoto es mucho más que una actividad a distancia. A partir del distanciamiento social, los espacios habitacionales se transformaron para permitir la continuidad del desempeño de las empresas.
Si bien la práctica corporativa se enfocó a encontrar en el trabajo remoto una alternativa transitoria que buscó mantener fuentes de empleo y remuneraciones, al paso de los meses pudo monitorearse para medir su efecto en la productividad.
Un análisis de la firma EY estableció en los primeros meses del distanciamiento que la productividad y el cumplimiento de los objetivos representarían un incremente de 13 hasta 20%.

“Después de meses de refugiarnos en un lugar tenemos que reconocer que no es un trabajo remoto o flexible, se trata de un intento de trabajar de forma remota en confinamiento obligatorio que presenta desafíos”, puntualiza José Luis Sanchez-Concha, strategy director y líder del despacho arquitectónico Gensler Costa Rica.

Dice que en América Latina más del 50% de los trabajadores se consideran empleados informales, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las pequeñas unidades residenciales y una fuerza laboral joven, dado que más del 50% son millennials viven con sus padres, niños pequeños o roommates dificulta la situación.

Por esta situación, el trabajo remoto crea grandes expectativas para al menos del 50% de los consultados en la encuesta Work From Home, dado que esperan tener más oportunidades de mantener parte de su jornada laboral en casa.

Estos escenarios plantean un escenario de cambios estructurales en el diseño arquitectónico de las próximas casas habitación, o bien en la transformación de espacios en unidades flexibles para atender esta nueva dinámica laboral.